(verso libre)
Hay quienes jamás
podrán erguirse como tú,
y su sonrisa vivífica
Parece sencillo,
elegir entre las baldas
los platos de un menú
ni un mísero pan seco
Parece sencillo,
pisar bordillos al alba
Si pudiera.
Si pudiera clarear la noche
y dejarla enteramente como aquella,
aquella tan cumplidamente nuestra,
no iba yo a andarme en este instante con pretextos.
Si pudiera convertir la brisa
en compás de aquellos sones
de olvidadas melodías
que para nosotros compusieron,
-o así creímos, ilusos ambos-,
no iba ahora a malgastar mi plazo
para alcanzar resortes imposibles
con que hacerte oír
aquella canción que tanto amabas,
que tanto amé.
Si pudiera respirar en mi reserva
y percibir el tiempo que atrás dejamos,
no iba a derrochar emanación tan placentera
con la excusa de acabar mis versos, obstinado.
Si pudiera yo atrapar de aquel ayer
un reguero de ilusión en forma humana,
retozo de la risa de tus labios
retendría como botín,
pues todo lo que guardo de esos días
es voz de tu sonrisa en mi saqueo.
Si tuviéramos licencia
para poder cambiar el mundo,
lo trasformaríamos, palmo a palmo,
con la ayuda inestimable y efectiva
de toda aquella gente que ya entonces,
y para siempre, y tan adentro,
tan indivisamente nuestra,
coexistía con nosotros,
en la calle de una zona de copas en estío,
y no haría falta que pudiera yo en mi dicha
volver a conocerte,
pues ambos dos, una a uno,
jamás hemos dejado en tantos años
de pedir, codo con codo,
que los frutos de aquel tiempo
sigan clareando nuestras noches
mientras puedan.
Francisco A. Linares Lucena
30 de junio de 2017.
Se nos fue de las manos. [1]