Una casa vacía
Una casa vacía,
donde la luz entraba sin descanso;
al fondo, un patio de flores en hilera
perfilando cada sueño.
La humildad reinaba sin corona
y la llaneza hablaba sin palabras.
Entraban y salían
las sombras de un tiempo ya finito,
el aire callaba para seguir atento.
Decenas de mujeres en su trajín diario
aprendían a bordar
en un cuarto de máquinas como lindero,
donde la paz dormía.
En la puerta asomaba una vecina,
y, tras sus pasos,
otras que también cruzaban el umbral.
Una anciana sonreía
en la penumbra azul de aquel salón.
Un padre, una madre y cinco hermanos
inundaban el contorno de metas por cumplir,
todos a una y la mirada al frente.
No hacía falta nada
más,
todo estaba allí,
en aquella casa, hoy vacía,
todo en su lugar preciso
y en su momento exacto,
en su justa medida
y en proporciones concretas,
nada más faltaba.
Una casa vacía,
hoy escribo desde ella;
y aquella madre, la mía,
hilvana los recuerdos que yo convierto
en baldosas sin huella de aquel patio
donde descansan mis pies embravecidos.
Ya nada queda de aquel ayer del que procedo,
sólo la voz dormida de mi madre,
sólo este halo de luz en forma de poesía.
15 de mayo de 2024
Imágenes tomadas por el autor el mismo día de composición del poema