¡¡ QUÉ VIVAN LOS GITANOS
DE BUEN CORAZÓN !!
JOSÉ ROMERO MARTÍN.
Corría la
década de los 60, más concretamente el año 68, habían pasado 10 años de la
conmemoración del 150 aniversario de
nuestra Batalla, efemérides en la que trasladaron a Bailén los restos mortales
del General Castaños.
Por entonces, los “soldaos” desfilaban con
guerrera, casco metálico y botas de campaña; no era raro verlos desplomarse,
durante las “descargas” y en la procesión de Ntra. Sra. de Zocueca del 20 de
Julio, debido al calor sofocante que tenían que soportar.
También, en ese año de 1968, ESPAÑA ganó
su primer festival de EUROVISIÓN con el LA, LA, LA, de MASSIEL. Desde
entonces hasta hoy han transcurrido 44 años. Comento esto para situarnos en
aquellas fechas que eran muy diferentes a las de hoy, en todos los aspectos: sociales,
económicos, políticos, laborales, etc.
Por aquellos años las diferencias
sociales estaban muy marcadas, ¡ojo, que
no lo digo con intención de molestar a nadie!, pero era la realidad. Por
entonces, algunas familias destacaban sobre las demás, bien por su posición
económica o por su relevante estatus social. Hoy algunos ricos no lo son tanto
y algunos pobres tampoco.
Pues bien,
como decía anteriormente, en aquellos tiempos de tantas diferencias sociales me
llamó mucho la atención las familias de “MINCHARES” y de
“JUANILLO EL GITANO”, a las que va dedicado este artículo. Todo el mundo hablaba
de ellos. Ambas familias, de etnia gitana, muy integradas en las costumbres de
este Pueblo, tenían tanta fama como el que más.
Recuerdo que el Sr. Juan Lorenzo,
“MINCHARES”, vivía al principio de la calle Madrid y también recuerdo que la
puerta de esta casa siempre estaba abierta de par en par. Desarrollaba en ella
su trabajo este buen hombre, recuerdo que de herrero. Un buen profesional que
tenía buenas manos para trabajar el hierro, forjando buenas herramientas para
las labores del campo, entre otras. Su padre tenía una burra grande de orejas
gachas que utilizaba para los trabajos de carga, eso sí, algo lenta; llegó a
vivir con ellos durante 18 largos años.
Su hijo José me cuenta una anécdota: comenta que
un día llegó un repartidor para entregarle a su padre un paquete y preguntando
por D. Juan Lorenzo Muñoz, José le dijo: “aquí no vive ese hombre” y se marchó.
Su madre, que oyó la conversación, le preguntó,
“José, ¿qué quería ese hombre?”. Él le contestó, “preguntaba por Juan Lorenzo Muñoz”,
“¿y tú que le has dicho?”, “que aquí no vivía”. “Pero hombre”, le dijo su madre, “si es tu padre”, “¡y yo que sé!”, le respondió José, “¡de toda
la vida le llaman MINCHARES!”. Esto demuestra lo arraigado que estaba este
apodo hasta en la misma familia. Lógicamente José tenía poca edad. El apodo
“MINCHARES” viene de sus antepasados por una composición de “MINCHA” y
“AIRE”. Me explico: en el trabajo que
desempeñaban forjando el hierro, solía estar a cargo de la fragua un chiquillo
que se encargaba de dar aire para encender el carbón. Cuando éste bajaba de
intensidad, el forjador le decía: “niño, “mincha aire, mincha aire”; en su
deformación lingüística se llegó al apodo conocido.
El Sr. Juan, “JUANILLO EL GITANO”, vivía en la calle Cuesta del Molino, era
tratante de ganado. Cuando se celebraba la feria del ganado en la calle Madrid,
coincidiendo con nuestra Feria de Agosto, recuerdo ver a este señor, entre
otros, valorando los caballos, mulos y burros que se exponían en ella.
Resultaba muy curioso ver cómo averiguaban la edad y la salud de estos
animales, abriéndoles la boca y examinando sus dientes. Para mí era algo
insólito: “¡que listos!”, decía yo. Por entonces se cerraban los tratos con un
apretón de manos y si alguno rompía el acuerdo, se consideraba una afrenta muy
difícil de solucionar ya que se faltaba a la palabra dada entre hombres.
Hoy tiene 95 años y vive con su hijo Pedro, el
menor. El mayor de ellos, Justo, es el que me ha puesto al día de algunos datos
que desconocía. Hasta hace muy poco le
he visto andando por la calle Baños, apoyándose en dos bastones y sigue con su
aire avispado a pesar de su avanzada
edad. Tengo entendido que en algunas ocasiones intervino para solucionar
cuestiones entre “payos y gitanos”. Es un hombre de palabra, honrado y cabal,
por eso se ganó el respeto de todos.
Le pregunto
a Justo como eran nuestras Fiestas de Julio en sus tiempos mozos, respondiendo que
“entonces sí eran fiestas. Lo digo por
la ilusión; estábamos todo el año ahorrando para poder divertirnos en ellas. Hoy
en día es diferente, porque prácticamente
siempre se está de fiesta. Por entonces se deseaba mucho que llegaran, ya que
eran casi las únicas que existían, pero tampoco podíamos tener excesos, no
había para mucho”. Me cuenta una anécdota de su amigo Manolo, que en unas
Fiestas cogió lo que tenía ahorrado y, cuando subía por la calle El Santo, se
paró en la panadería y se compró siete libras de pan, comiéndoselas todas. A
eso le llamo yo un atracón en tiempos difíciles.
Algunas cosas, como se suele decir, se han
podido quedar en el tintero, seguro, pero mi intención sólo era resaltar la
calidad humana de estas personas que, en tiempos de mucha dificultad, supieron
sacar adelante a sus respectivas familias con su solo esfuerzo, pues imagino
que muchas ayudas no tendrían por entonces.
Tengo especial admiración por ellos. Sirva todo esto como ejemplo de integración
en la vida social de Bailén. Hoy en día, inmersos en pleno siglo XXI, todos
debemos al menos intentar romper las barreras que impidan lograr la tolerancia,
la igualdad y el entendimiento entre los pueblos, sin someter a nadie a la
cultura y costumbres propias de cada uno. Desde aquí elevo mi voz y grito con
toda sinceridad ¡¡QUÉ VIVAN LOS GITANOS
DE BUEN CORAZÓN!!
Paisanos,
de nuevo tenemos que recordar la “crisis”. No hay manera de zafarse de ella.
Cada día nos aprietan más y siempre a los mismos, pero las Fiestas ya las
tenemos aquí y hay que disfrutarlas. A mí no me importaría tener que volver a
la hucha para celebrarlas con dignidad. ¡Nos vemos en LAS PALMERAS!
José Romero Martín
BAILÉN, Mayo de 2012.