Al Abuelo de Jaén.
De noche se viste el cielo
en cristiana
madrugada,
y resplandece a lo
lejos
el destello en la
mirada
de Jesús el
Nazareno,
lucero en la noche
clara,
y calla Jaén entero
y hasta los vientos
se callan,
que es Jesús mismo
quien pasa,
que cuando pasa el
Abuelo,
Jaén entero se
calla.
cuando lo mira a la
cara,
y enmudece el
firmamento
en la ciudad
plateada,
y enmudece en un
momento
el clamor en
multitud
del pueblo que
quiere verlo,
al encontrarse a
Jesús
a un pasico de ellos,
que porta triste una
cruz,
y el aura mece los
sueños,
aires del pueblo
andaluz
que suavizan sus desvelos.
Renovadamente abril
a su lonja misma
viene
y hasta parece decir
que el tiempo allí se detiene.
Y abrieron puertas por fin
para mostrarse a su
gente
Jesús en su Camarín,
devoción del
penitente,
emoción de los
giennenses,
que un año más ante
Ti
dichosos sueñan con
verte;
que Jesús mismo está
aquí,
y como hoy, desde
siempre,
como tantas otras
veces,
un Hombre en su
Camarín
ante su pueblo
aparece,
Dios mismo se nos ofrece,
Dios mismo quiere
salir.
Y calla Jaén entero
al verlo
desconsolado,
cargando con el madero
que recio agarran
sus manos,
y a una voz los
jaeneros
lo comienzan a
aclamar,
y nadie puede
explicarlo,
antes rugía el
viento
y ahora toda una
ciudad.
¡Qué pasión sus costaleros,
promitentes van llevando
a Jesús el Viernes
Santo,
atravesando entre
aplausos
el Arco de San
Lorenzo,
hombres con fe van
llorando,
hombros y pies del
Abuelo!
¡Cuánta fe llevan
por dentro
sus ocho miles de hermanos,
penitentes nazarenos
iluminando su paso
y clareando el
cortejo!
¡Qué verdad la del
misterio
de Aquel que vino a
salvarnos,
y en su mensaje
creemos
y en su palabra
confiamos!
Cuenta una antigua leyenda
que aquí llegó un
peregrino,
persona de muchos
años,
que hizo un alto en
su camino
allá por Puente la
Sierra,
posada estaba
buscando
para sus piernas
alivio…,
y alivio para sus
penas
fue que de noche
esculpiera
una talla con sus manos,
de Cristo imagen tan
bella,
nacida de aquel
anciano
que talló una noche
entera
a Jesús en la
madera,
tronco de encina
marcado
con el alma jaenera
y la brisa de sus
campos
en tardes de
primavera.
En este suelo, Dios mismo
posada quiso tener
y lugareño se hizo
del Barrio de la
Merced,
y su sagrado cobijo
la Iglesia de San
José.
Y nada fue como era,
según lo quiso el
destino,
desde aquel día que
vino
Nazareno a nuestra
vera,
que a sus pies quedó
la tierra
plantada con tus
olivos,
y regados con su sangre
las veredas y
caminos,
todo tu mar de
olivares
que cultivaron los
hijos
de Jaén, que fue su
madre.
La tierra del Santo Reino,
bendecida por la
Luna,
de aromas olivareros,
fragancias en noche
pura,
cuando llegaste a
nosotros,
te moldeó la figura
y reprodujo en tu
rostro
el fulgor de la
aceituna
y la quietud de sus
troncos
para mostrar tu
amargura.
Jaén, en campos de olivo,
Jaén, en mares de
aceite,
sentires que van
conmigo,
sagrado surco y
simiente
que riega y acuna un
río,
andaluz como su
gente,
el que en Cazorla ha
nacío.
Santo Reino que os reza
en sierra, montes y
valles,
lentisco, jaras y
adelfas,
regados por manantiales
con que saciaron la
sed
y lucharon contra el
hambre,
estirpe heroica en
proeza
que a ambos pide con
fe,
mi Virgen de la
Cabeza
y al Abuelo de Jaén.
Y calla Jaén entero
al ver a Cristo
pasar,
¡que viva siempre el
Abuelo!
se escucha en la Madrugá.
Lo anuncia bello el acorde
bordeando la Catedral
y suenan sacros los
sones
de don Emilio
Cebrián,
clamor, plegaria,
ovaciones
entre aplausos al
sonar,
sonidos para la
gloria
de una bendita
ciudad,
cofradía con
historia
«Antigua, insigne y
real»,
Viernes Santo en la
memoria
de Jaén y su olivar.
Y rompe el silencio, a la vez,
el fervor de los
jaeneros,
un Cristo va con su
cruz
y reza Jaén entero,
y calla entero Jaén,
y canta el jaenés de
nuevo,
y se le postra a sus
pies,
y hasta el alma pone
en ello
cuando en la calle
lo ve…,
y llora Jaén entero,
sendas cosas a la
vez,
que viene Jesús
Nazareno,
que llega el Cristo
jaenés,
la pasión de los
jaeneros,
giennense muestra de
fe,
que va a pasar el
Abuelo,
que viene el Señor
de Jaén.